Ayer me encontré con ella. Nos conocimos hace unos meses
de una forma totalmente casual. Nos juntamos unos cuantos colegas para comer,
una de esas ocasiones en las que se apuntan amigos de otros amigos, colegas de
otros colegas y de pronto aunque no recuerdas que estáis celebrando estás
compartiendo mesa con un montón de personas que parece que conozcas de toda la
vida.
Ella es una de esas personas que es la amiga de otra
amiga. Podríamos no haber coincidido jamás pero no fue así.
Compartimos una larga sobremesa, mantuvimos una agradable
charla, nos hicimos alguna confidencia y brindamos varias veces por lo que
estaba por venir.
Cuando terminó la velada nos despedimos teniendo la
certeza de que no sabíamos cómo ni cuándo pero que de un modo o de otro
volveríamos a coincidir. Demasiadas coincidencias.
Hace unas semanas perdió a su marido. Fue algo rápido,
desgarrador, inesperado. Un instante devastador que cambió su vida por
completo. Él se desplomó, cayó al suelo y ya no volvió a levantarse.
Se fue sin poder despedirse, sin poder mirarla por última
vez, sin poder decirle que lo sentía. Que sentía no poder seguir a su lado. Que
sentía no poder acompañarla al festival de final de curso. Que sentía no poder
cumplir con la parte del trato en lo referente de ver crecer a su hija. Que
sentía verla llorar. Que sentía causarle tanto dolor.
Ayer volvimos a coincidir, no llevaba nada preparado,
dejé que las emociones tomaran el mando. Cuando nos encontramos no nos dijimos
nada tan sólo nos fundimos en un abrazo.
Un abrazo cálido, intenso. Un abrazo íntimo, reparador.
Un abrazo entre dos personas que fueron obligadas a bajar a los infiernos. Dos
personas que vieron como de pronto sus mundos se descomponían en diminutos
pedazos. Dos personas a las que arrancaron de sus idílicas zonas de confort en
una décima de segundo. Dos personas que han aprendido un nuevo idioma, una
nueva manera de comunicarse.
Sólo alcancé a decirle “Crees que no vas a poder pero
puedes” ella me contestó entre lágrimas “Así es, aunque a veces me gustaría no
poder”
Nos miramos a los ojos, las dos sabíamos de lo que
estábamos hablando