viernes, 20 de septiembre de 2013

YO NO NECESITABA TENER UN CÁNCER

Llevaba días con ganas de sentarme delante del ordenador y asomarme por bebiendo limonada. Echaba de menos el sonido del teclado y esa sensación de bienestar que siento al compartir algunos de mis pensamientos.

Prepararme un té verde con una pizca de jengibre (no hay que perder las buenas costumbres), sentarme delante de una hoja en blanco y purgarme el alma. Sí, esa es la definición que más se aproxima a lo que siento cuando escribo.

Tenía ganas de explicaros que por aquí está todo de maravilla, que me encuentro en la fase de “la vida es bella”. Que este mes de septiembre pasé con éxito el segundo control rutinario. Que mis analíticas están perfectas.

Deciros que tener un cáncer es una verdadera putada pero la vida después del cáncer es una verdadera maravilla. Que tengo un montón de proyectos en mente, que mi agenda está llena hasta el mes de diciembre, que estoy exprimiendo al máximo este año, y que poco a poco estoy recuperando mi equilibrio, mi vida.

Existe la absurda creencia que las personas que pasamos un cáncer tendemos a poner nuestras vidas patas arriba una vez recuperadas. Como si la enfermedad arrasara con todo lo que se encuentra por delante y fuera necesario dar un giro de 180º a nuestra existencia.

Pues sinceramente, yo no necesitaba tener un cáncer para saber que comparto mi vida con el chico de mis sueños. Para descubrir que vivo con dos hadas maravillosas. Para saber que tengo la enorme suerte de dedicarme a una profesión que me fascina y que me ofrece la posibilidad de conocer verdaderos héroes y heroínas y poder llenarme de historias de vida fascinantes dignas de ser compartidas con el resto del mundo. Para descubrir que no todos definimos el concepto amistad del mismo modo.

Yo no necesitaba tener un cáncer para saber todas estas cosas porque ya las sabía.